En 2020 se conmemoran 75 años de la rendición de la Alemania nazi ante los aliados, lo que puso fin, el 8 de mayo de 1945 (9 de mayo en Moscú), a la Segunda Guerra Mundial en Europa. La contienda concluyó en septiembre en el Pacífico Sur. Si las repercusiones de la guerra abrieron un sinfín de historias desconocidas de coraje y solidaridad, muy poco espacio tuvieron los relatos sobre valerosas mujeres que renunciaron a sus familias y a sus vidas para ser parte, por necesidad, de la historia. Sin la consolidación de la actual “revolución” feminista, que hoy ha entrado en la agenda pública y atraviesa a toda la sociedad, quizá hubieran seguido sepultadas. La intención no es reflexionar sobre las mujeres en guerra, sino rescatar el esfuerzo y los sacrificios a los que se vieron obligadas, para ser posteriormente ignoradas.

Entre quienes jugaron un rol protagónico y regresaron luego a las silenciosas páginas fuera de la historia están las aviadoras y combatientes soviéticas y las voluntarias británicas o francesas, o las militares norteamericanas, convocadas para cumplir tareas no solo en el frente de batalla o como auxiliares (enfermeras, cocineras, camilleras), sino que acometieron la utopía de construir de la paz futura. Muchísimas de ellas no vivieron para verlo. Y pasaron décadas para que las sobrevivientes entraran en la historia.

Son escasos los libros que reconocen estos testimonios. Dos de ellos, que comparten su título, recuerdan las hazañas de las temerarias aviadoras soviéticas durante la Segunda Guerra: Brujas nocturnas, escrito por Bruce Myles a fines de los años 40, y Brujas de la noche. En defensa de la madre Rusia, de Lyuba Vinogradova, publicado en 2016. La escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich reflexionaba en 1983: “La guerra femenina tiene sus propias palabras. No hay héroes ni hazañas increíbles, solo seres humanos involucrados en una tarea inhumana” (La guerra no tiene rostro de mujer).